Más o menos por estas fechas (de hace algunos años), un fin de semana de esos en los que solíamos coincidir en el rancho, nos sentamos en la banqueta y pensábamos «¿qué haremos en el futuro?». Sabíamos que teníamos la misma idea en mente «no trabajar para alguien más». Ambos teníamos en mente un restaurante. Pero, ¿qué tipo de restaurante?
Las decisiones son solamente el comienzo de algo. Yo había visto la película Chef (2014) de Jon Favreau y siempre me había gustado el concepto de los camiones de comida (Food Truck). Sé que no le convenció mucho pero cuando la vimos juntos, quedó encantada. Después de eso todo se fue dando poco a poco y se unió al emprendimiento Pau Chávez, que también compartía el mismo sueño. Entre los tres, Irasema Gallegos, Pau Chávez y yo, y muchos meses de reuniones, trabajamos en la investigación y pasamos por dolores de cabeza con las cotizaciones… y claro ¡El dichoso «punto de equilibrio»!
Tantas ideas, tantos sueños y tantas cosas por hacer, pero teníamos que aterrizar los pies en la tierra con un solo fin: cumplir un sueño que compartíamos los tres.
Sé que tuvimos buenos y malos ratos, acalorados debates sobre la idea creativa y las cosas que teníamos que hacer, pero al final todo se dio como queríamos. En agosto de 2015 por fin se concretó todo e inauguramos Lotería FoodTruck. Entre familia y amigos comenzamos un viaje que duraría lo necesario para que aprendiéramos lo que es el trabajo en equipo. La posibilidad de hacer realidad un sueño como este es justamente lo que vuelve la vida interesante.



Tal y como dijo Shakespeare, “dulces son los frutos de la adversidad”. Los momentos duros se presentaron en todo momento, algunos todavía duelen y molestan, y es difícil afrontarlos.
Las cosas simples son las más extraordinarias, por eso hay que compartirlas con las personas que nos rodean. Nunca se queden con las ganas de hacer algo con aquellos que más aprecian, un día están aquí y al otro, simplemente la distancia o circunstancias ajenas nos hacen sólo recordarlos.

Escuchen las cosas que les dice su corazón. Él conoce todas las cosas porque vienen del Alma del Mundo y un día volverán a ella. Sé que tenemos muy pocas fotos, pero los recuerdos están ahí, en la memoria, y es lo único que nos llevamos al final de todo.





Algo que deberíamos hacer y aprendí de la novela titulada Momo (1973), del escritor Michael Ende, es que nadie se da cuenta de que, al ahorrar tiempo, en realidad ahorras otra cosa. Que, al ahorrar tiempo, en realidad nuestra vida se vuelve más monótona y más fría. El tiempo es vida, y la vida reside en el corazón. Y cuanto más lo ahorres, menos tendrás de él.
Por Fernando Castillo, en memoria de Irasema Gallegos