¿Qué nos hace infelices?

Me ha costado mucho trabajo retomar el hábito de escribir mi blog. Entre una y otra cosa que sucede a mi alrededor, he olvidado lo que antes me hacía sentir bien: escribir. Pensé muchas veces en cerrar mi blog, luego lo mudé de Blogspot a WordPress. Finalmente me decidí y compré mi propio dominio para escribir con más constancia. Sin embargo, eso no fue suficiente. Algo me distrae considerablemente. Antes me desahogaba escribiendo, lo sé porque he leído mis viejas publicaciones. Ahora no sé qué sucede, quizás el trabajo, la escuela o mi celular. Aunque no quiero aceptarlo, mi celular inteligente ha captado totalmente mi atención. También dejé de leer. Tengo muchos libros que compré no hace mucho tiempo y no he leído por estar en mi celular perdiendo el tiempo, literalmente. A veces simple y sencillamente es por estar con los ojos sobre él (mi celular) y nada más.

Hace poco decidí dar “reversa” a mi constante dependencia tecnológica. Ahora sé que he fallado. No lo logré y recaí en la tentación. Pero, ciertamente, no es en sí mi celular el que ha captado mi atención, debo admitirlo, sino el internet. Mi celular fue solo un vehículo para llegar a él, para tenerle en mis manos. Cada vez que salgo de la ciudad y voy al rancho de mis papás, en donde no hay señal, me desconecto. Al principio estoy en mi celular, después veo que no tiene caso estar ahí pegado y volteo la mirada a otras cosas; camino por el campo, veo animales, tomo fotos, leo un libro (que siempre cargo en la mochila) o simplemente escribo una nueva petición que me hicieron. Cierto, olvidé contarles que me pidieron escribir un tipo de columna sobre ortografía y redacción para el periódico de la Universidad de Colima. Realmente es para una parte del periódico llamada “El Comentario Semanal”.

La colaboración se llamada “La lengua de los dilemas” y escribo sobre cómo usar correctamente las reglas gramaticales, cómo escribir bien y también de los errores más comunes de quienes escriben textos académicos, periodísticos o simplemente textos común y corrientes. No demerito el valor de estos últimos con los adjetivos “común” y “corriente” sino que son de uso común. Bien, por ello he dejado de escribir esa sección en esta web y la he llevado a ese periódico. Veré la posibilidad de publicar una parte del periódico para que así la lean y también la disfruten.

Pero bueno, a lo que realmente quiero enfocarme en esta columna de hoy es que estamos perdiendo el interés por las cosas que antes nos satisfacían. Aunque muchos lo nieguen, está sucediendo con la humanidad. Lamento decir que me siento como un espiral que me arrastra sin querer, me lleva hasta el fondo de un lugar donde no quiero caer: la dependencia tecnológica.

Analicemos nuestros hábitos. La mayoría estamos pegados en el celular para contestar los mensajes instantáneos que nuestros amigos, parejas o familiares nos envían. Muchas veces no son nada importante, simples memes o cosas sin valor para nuestras actividades. Sin embargo, ahí estamos revisándolas todo el día. Al final de la jornada no tenemos nada de qué hablar. Lo mismo sucede con nuestros empleos. Cada vez vemos menos a nuestros jefes o compañeros de trabajo, incluso muchas veces nuestros compañeros ni siquiera son de nuestra localidad, es decir, son empleados a distancia.

¿Qué está sucediendo? Estamos dependiendo poco a poco de un monitor o pantalla táctil para comunicarnos. Incluso en casa llamamos a nuestros hijos por los celulares para que vengan a comer o para darles una indicación. Las computadoras nos están facilitando nuestro trabajo, pero nos están alejando cada vez más de nuestra “humanidad” y de la comunicación interpersonal.

Yo no estoy limpio para arrojar la primera piedra, pero he notado una gran disminución en mi interés por cosas que antes hacía y ahora no logro hacer por la falta de concentración que ocasiona sobre mí el celular y mis dispositivos. Justamente hoy discutía vía Facebook con mi hermana sobre un meme que subió. En él dice “sufro cuando no hay internet” y yo contesté “yo no porque tengo plan y jamás se me agota el internet”. ¿Qué diablos estoy haciendo! Discuto con mi hermana sobre las cosas que son indispensables para ser feliz, literal, a través de una pantalla de celular, a distancia. ¿Es a donde va la humanidad?
Relaciono esto con la serie Revolution. Esta serie, producida por la cadena NBC, nos muestra un futuro posapocalíptico donde la humanidad intenta sobrevivir sin luz debido a un aparente apagón mundial. Como reacción, colapsan todos los sistemas de comunicación, los alimentos se echan a perder y no hay transportes aéreos, terrestres o marinos. En fin, es una muestra de lo que podría sufrir la humanidad si colapsa el actual sistema tecnológico que nos gobierna. En la red están nuestros archivos personales y laborales; nuestras fotografías, música y documentos se encuentras suspendidos en internet, y por si fuera poco, la mayoría de nuestros empleos dependen de internet, la luz y las maquinas. Colapsaríamos.

No, no me estoy desvíando del tema principal, es solo un gran paréntesis. Si todo esto nos tiene distraídos de lo que es verdaderamente importante, cuando se vaya vamos a colapsar también. Como sucede cuando una persona se suicida, que lo hace por infelicidad. Aparentemente lo tiene todo, materialmente hablando, pero emocionalmente está vacía. Debemos dar marcha atrás a este sistema que nos lleva a todos a un mismo punto del espiral, aún desconocido para la humanidad.

Es absurdo pensar que uno hará el cambio de buenas a primeras, pero será solamente el comienzo. Así inician los grandes proyectos: un ser humano tiene una idea diferente, nadie le cree y lo hacen menos. La semilla crece, da frutos y el resto simplemente lo admira por no dejarse vences por la adversidad de una gran masa. Como dice Moreno de Alba, al referirse que una mayoría no puede estar equivocada, y parafraseado, cuando la mayoría coincide en el uso de cierta palabra no necesariamente tiene que ser el uso correcto. La coincidencia de una idea en la mayoría de las personas también puede ser una coincidencia errónea. Es decir, que la mayoría diga “blanco es bueno y negro es malo” no significa que tengan la razón.

Por lo pronto me he decidido a seguir escribiendo mi blog, leer los libros que tengo pendientes y expresar mis ideas como yo las quiero expresar, no importa que vaya en contra de la mayoría de los seres humanos pensantes. Eso no me hace estar equivocado ni a ellos estar en lo correcto. Tal vez tampoco lo contrario, pero al menos estaré haciendo lo que yo deseo. No trataré, simple y sencillamente me lo propongo: retomaré el interés por las cosas que antes me hacían y que ahora me harán feliz.

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