Las exigencias del periodismo están cambiando constantemente. Dos factores que han influenciado considerablemente el periodismo tradicional son la llegada del Internet y las nuevas tecnologías.
Por ende, aquellos que se formaron en el periodismo tradicional tienen dos opciones; evolucionar y adaptarse a los nuevos formatos de contenidos, que tienen ahora mayor presencia, o resignarse a escribir de forma tradicional para medios tradicionales.
La inmediatez con la que los Smartphones, tablets y ultrabooks nos permiten conectarnos a las nuevas realidades virtuales, también configura las necesidades informáticas. Es decir, los medios de comunicación digitales marcan la pauta y tendencias de nuestra sociedad.
Pensemos un minuto en un caso hipotético. En una autopista ocurre un accidente que impide el tránsito en ambos sentidos. Las personas atrapadas en ese caos vial marcarán la pauta de la información dependiendo de su capacidad de conectividad; es decir, un conductor que usa sus redes sociales 24/7 en su Smartphone lanzará a la red su punto de vista sobre el accidente. Y no sólo eso, también será capaz de proporcionar a sus seguidores – en Twitter, por ejemplo- fotografías del accidente. Todo esto en tiempo real, minuto a minuto.
Un usuario fuera de la red se enterará del accidente al día siguiente, una vez que ha sido publicado por algún periódico. Esto, siempre y cuando, ese periódico se percate del incidente y envié o solicite a sus reporteros cubrirlo.
Con este caso hipotético podemos deducir que la mejor herramienta del nuevo periodista digital no serán sólo sus capacidades para angular la información ni su «rico lenguaje», sino la forma de transmitir los hechos noticiosos con mayor rapidez y eficacia que otros medios. El podrá tuitear, en streamin, fotografías del accidente; incluso decir «Hay 3 personas muertas y 2 heridas».
Sin embargo, un periódico deberá buscar un ángulo menos pasajero para dicha información; investigar quiénes son los muertos y heridos; entrevistar a otros automovilistas, e incluso esperar a que lleguen las autoridades para obtener la versión oficial, por así decirlo.
De la lengua a la pantalla
No basta con escribir la noticia y compartirla en la web, es necesario adecuar nuestra noticia al estilo y las necesidades web. En este caso, el mejor aliado es el editor, es decir, el encargado de transformar el contenido para que tenga un mayor impacto.
Quien ha decidido aventurarse a evolucionar y adaptarse a las nuevas tecnologías, pero conservando sus principios periodísticos de medios impresos, será tan inútil como si no hubiese decidido hacerlo.
La negación a la crítica será el primer obstáculo que enfrente el periodista. Por ello, debe de darse cuenta que no sólo buscar la noticia, sino que se redacte bien -que se entienda-, que sea lo suficiente maduro para aceptar los sacrificios que las nuevas sociedades digitales exigen. En otras palabras: Hacer a un lado el ego, abrir su mente a las sugerencias, y sobre todo acatar esos cambios para sus futuras entregas.
Aunque muchas veces nos gane la prisa por publicar y ser los primeros en dar la noticia, para poder ser competentes ante otros medios, no se debe caer en la redacción pobre, plagada de «horrores» ortográficos que ponen en duda nuestra sintaxis y lexicón (acorde al público al cual se quiere llegar), y que sobre todo ponen entredicho la credibilidad del mismo medio de comunicación.
«Escribir con la urgencia y la inmediatez que exige la prensa no impide que el periodista sea riguroso e incluso profundo», Mario Vargas Llosa.
Muchos periodistas se escudan en él. Su gurú es, y seguirá siendo, Mario Vargas Llosa. Sin embargo, y aunque no discrepo en su opinión, creo que intentan ejercer el periodismo desde un punto de vista tradicionalista. No digo que estén en un error, pero se debe de ser consciente de para quién se escribe y qué se escribe.
Escribir para un medio de gran presencia web es una responsabilidad muy grande; incluso superior a la importancia que la presencia le da al sitio web. Por ello es importante que el periodista se dé cuenta que las notas informativas que escribe muchas veces adolecen de claridad, coherencia y por qué no, carecen hasta de interés.
Deja las palabras domingueras para tus columna de opinión y no para la noticia del día a día; descarta por completo los sinónimos poco comunes, y que incluso son arcaicos; simplifica la oración las necesidades que exige la web, y reserva las oraciones complejas para tu uso personal.
Créeme, no estás empobreciendo tu lenguaje. Sencillamente, estás siendo efectivo al momento de informar. A menos que seas un medio especializado en el tema, poco interesará a una persona una web que le asegura que «los combustibles no registrarán el incremento hecho durante la primera semana de cada mes» cuando puede sencillamente leer «No subirá el precio de la gasolina este mes».
¿Qué me quiso decir?
Llego por la mañana al trabajo para «inicializar» la jornada y decido «aperturar» el periódico con la «intencionalidad» de que las noticias no me «influencien» demasiado. Lo hago siempre para estar al día antes de que el jefe me «mandate» alguna tarea nueva. Sin darme cuenta siento que me estoy «posicionado» ante un cúmulo de términos que me producen extrañeza. No «culpabilizo» de ello a la prensa; quizá es cierto que «visualizo» mucha televisión, pero cuando «recepciono» estos mensajes, la extrañeza puede llegar a «tensionarme».
Este problema, y no fenómeno lingüístico (como muchos le llaman), se conoce como sesquipedalismo, es decir, buscar la derivación más larga de la palabra que queremos escribir.
Hablar bien no significa buscar los sinónimos más largos, las palabras escuchadas en pocas personas o inventar sinónimos indiscriminadamente. La mentalidad de los periodistas -y también de los políticos, en este caso- es que erróneamente piensan que esto colocará sus «discursos» por encima de la inteligencia del resto. Sin embargo, a veces son tan fatales los errores que no sólo se desarrollan en sus cúpulas, sino que los estigmatizan por cometen errores tan fatales.
Como dije anteriormente, los políticos también suelen valerse de este recurso pues intentan polarizar la información tanto, que da la impresión de que ocultan algo.
Los periodistas, y quienes viven de las cámaras, su opinión o del micrófono, deben ser muy conscientes de que su objetivo principal es elevar la calidad lingüística de su público; para ello, simple y sencillamente deben hacerlo de una forma ordenada: usar frases con sujeto, verbo y predicado (oración simple), transmitir mensajes claros y concretos, con las palabras correctas. Muchas veces los términos comunes (usados desde siempre) son los más efectivos.
Cualquiera que use palabras extravagantes y busque lucirse él solo, no su mensaje, es un mal comunicador y sobre todo pedante. Debe darse cuenta que usar indiscriminadamente palabras cultas en contextos no adecuados, sólo oscurecen el contenido.
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