Limitar los derechos y obligar, es decir, dirigir a los usuarios a acceder a servicios de paga como icloud y HP-CloudDrive es hacia dónde van dirigidos los constantes ataques a páginas que permiten albergar, compartir y descargar archivos como documentos y música (no veamos si son ilegales o no).
Servicios gratuitos de toda índoles recibieron (desde sus inicios) ofertas de compra por gigantes monopolios de la información, pensando que por ser “buenos” las empresas veían su potencial en el mercado; pero nunca fue así esto.
Uno de estos gigantes de la información es google que compró hace poco tiempo PicNik. Dicho servicio fue integrado al programa de Picasa. Fue cerrado e integrado a las herramientas que proporcionará la red social Google+. La fecha de cierre fue el 19 de abril de 2013. ¿Qué podemos pensar? Que no habrá más competencia.
Por alguna extraña razón (pero obvia) las empresas prestadoras de servicios están obligando a los usuarios a almacenar la mayoría de su vida digital en la nube. Desde documentos personales hasta facturas son almacenados en estos servicios que realmente no sabemos ¿Quién tiene acceso a esa información?
Con respecto a las facturas electrónicas, que la mayoría mantenemos almacenadas en servidores on -line, se nos ha dicho que como beneficios tenemos la documentación de forma oportuna, en envío y recepción; reduce el uso de papel, termina los largos trámites en oficinas, reduce los espacios de almacenamientos a discos y unidades flash drive.
Pero ¿Qué hay detrás de eso? Si los beneficios son muchos las desventajas también. Mantener nuestros documentos en una computadora, en SkyDrive y demás servicios representan una desventaja de seguridad pues existen múltiples empresas que pagan millones a Hackers para tener acceso a esta información. Las desventajas se ven manchadas cuando de por medio están intereses políticos.
El imperio y la lucha por la propiedad intelectual (digital)
Google Music, conocido al principio como «Music Beta», es un servicio de almacenamiento y compra de música on-line, que fue lanzado por Google Inc. el 10 de mayo del 2011. Es posible acceder a este servicio vía web, Software de escritorio y aplicación de Android.
Este servicio fue presentado por primera vez en la conferencia Google I/O en el 2010. Tiempo después fue integrado a la red social Google +. Parecería contraproducente que Google se viera inmiscuido en las acciones tomadas por el FBI, pues el pasado 23 de enero de 2012 cerró 24 horas sus servicios en modo de protesta.
Tener este servicio de música almacenada en la nube no costaría (según dicen) lo que requeriría de una inversión es adquirir el teléfono celular con sistema Android donde deberían los usuarios instalar la aplicación necesaria para la reproducción; esto significaría ganancias directas para múltiples empresas.
Es entonces cuando los acuerdos firmados con tres de las más importantes disqueras de Estados Unidos cobran sentido. Esto permitirá poner a disposición de los usuarios de Google la más grande librería digital de música por un precio que va desde los 69 centavos de dólar por canción. Entre estas disqueras se encuentran Universal Music Group, EMI Music y otras independientes.
Una de las disqueras con las Google no pudo concretar nada es Warner Music Group, objetivo principal de Anonymous. Recordemos que este grupo Hacktivista ya puso disponible toda la librería musical de Sony Music en protesta por el cierre de Mega Up Load, una página de almacenamiento gratuito.
Pero ¿Quién sale directamente beneficiado? Nada más y nada menos que el gigante de las tiendas en línea, Apple Inc.; con su ya conocida Apple Store que ofrece desde libros, podcast, música, aplicaciones, videos y películas, Apple se lleva la mayoría de las ventas pues ofrece mayor número de servicios directamente a sus dispositivos móviles (iphone, ipod y ipad), computadoras de escritorio y laptops.
Podemos suponer entonces que Microsoft, Google y Apple intentan dejar fuera de este juego por la lucha de los derechos de la información a pequeños visionarios como Amazon.com y demás servicios de almacenamiento gratuito. No sería raro en algunos años ver que micro visiones traten de competir para descentralizar este monopolio de la información. ¡Pero claro! las barreras serían infinitas y el día en el que se rompan para que nazcan nuevos competidores será demasiado tarde pues esta triada ya habrá ganado el mayor campo de ventas en el mercado (si es que entre ellos mismos no se desfalcan).
Límites de la libertad de expresión
Todos ven la lucha del FBI contra páginas que albergan información en la nube (de forma gratuita) como una limitante de la libertad de expresión hacia los usuarios; claro que no es así. Los usuarios serán libres de almacenar información en línea, la única diferencia es que ahora tendrán que pagar por este derecho que alguna vez fue gratis. Nuestras fotos, música, documentos y demás tendrán límite de existencia determinado por nuestro bolsillo. ¿Los usuarios salen perjudicados? Sí, directamente, porque quienes albergan documentos, podcast y trabajos de forma legal ahora tendrán que pagar por ello con la excusa de que esta libertad provocan la piratería que se mueve en línea actualmente.
A nadie más que a la triada anterior hace mal la piratería que se mueve en Internet, pues las ventas bajan. Todo gira en torno al mismo sentido. Un ejemplo sería que actualmente estamos viviendo un cambio en la concepción de espacios; muchos de los cuales son ahora reducidos en su totalidad y adecuados a diversas funcionalidades. ¿A qué incita esto? muchos no podemos tener miles de libros en nuestros mini hogares, pero sí en discos duros. Las disqueras, editoriales y productoras de cine ponen completamente sus contenidos en archivo blando.
Nos acercan a la información distante. Discos de artistas internacionales que serían inaccesibles físicamente están a megabytes por segundo de nuestras manos, almacenados en dispositivos móviles que nos permiten guardarlos por un precio módico en el Internet. Es entonces cuando debemos pensar ¿Estamos pagando por algo que no nos pertenece físicamente? Sí, lo estamos haciendo y por el mismo precio que físicamente podría tener. Cuando se cae la red nuestros documentos y pertenencias no están disponibles; es decir, pagamos almacenamiento y adquisición fantasma de algo que no estará disponible si el servidor que nos almacena falla.
Los costos de los productos como libros, películas y discos compactos van de a cuerdo con el costo de manufactura. Entonces ¿Por qué pagar la misma cantidad por archivo fantasma que la única inversión es ctlr + c, ctlr + v?
Sí bien los servicios de Apple, SkyDrive (servicio de almacenamiento digital proporcionado por «Hotmail», propiedad de Microsoft»), iCloud (propiedad de Apple Inc.),HP CloudDrive (propiedad de Hewlett-Packard) y las múltiples formas de almacenar información que ofrece Google son gratis los primeros «x» número de GB, exceder nuestra capacidad generará costos y por ende, los usuarios se verán obligados a pagar por algo que se ofrecía de forma gratuita tiempo atrás por diversas páginas como 4shared y Mega Up Load.
Sí bien ahora el correo electrónico nos permite almacenar gratuitamente información en un futuro informático no muy distante, nos limitará a «x» número de Megabytes. Prueba de ello es Hotmail que de forma inteligente y convenenciera adjunta en la nube SkyDrive tus archivos si exceden el límite.
¿Cuál es (o será) la respuesta de los usuarios?
Contestar esta respuesta no es tan sencillo como parece. En primera instancia un reducido número de usuarios ha tomado iniciativas que han denominado “Triple W”, mejor conocido como World War Web (En español «La Primera Guerra Mundial Web»). En esta guerra participan un grupo de Hacktivistas auto nombrado Anonymous, además de users infiltrados en empresas informáticas con el fin de facilitar información valiosa.
Dentro de poco tiempo los usuarios serán obligados a comprar servicios cuando esta debería ser una elección. Los monopolios digitales tendrán el poder de decirle a los usuarios qué, cómo, cuándo, dónde y por qué usar los servicios.
Víctimas voluntarias
Somos víctimas voluntarias del crecimiento del Internet y los teléfonos inteligentes, proporcionamos información a éstos como si de dulces se tratasen. Publicamos dónde estamos a cada minuto, con quién estamos, subimos fotografías y hasta videos de lo que hacemos sin pensar que los monopolios usan esta información para mantenernos vigilados.
Ahora pierden sentido los denominados spyware, pues con nuestro permiso proporcionamos nuestras “Credenciales” (tarjeta de información con la cual es registrada nuestra computadora y Smartphone) a cualquier aplicación del momento; publicamos nuestras relaciones sentimentales, cuántos hijos tenemos e incluso generamos nuestro árbol genealógico en redes sociales. Permitimos que nuestro celular envíe nuestra posición geográfica a quién sabe qué servidor, con la excusa de que esto mantendrá seguro nuestro celular inteligente o tableta de robo o extravío.
La tecnología se ha volcado hacia su creador, lo esclaviza cada vez más a su trabajo y su «Second Life». Si bien no necesitamos de Surrogates, o sustitutos como lo maneja Robert Venditti (Biocibernética con la cual podemos estar en la tranquilidad de nuestros hogares sin correr peligro) sí tomamos como necesaria la creación de nuestra credencial social (perfil de redes sociales) y su constante actualización, donde ponemos al tanto a nuestros amigos y desconocidos de nuestra vida fugaz.
La rebelión de los usuarios
Valorando todos los puntos que pareciesen aislados podemos darnos cuenta que la lucha contra el derecho del copy right no es sólo eso, sino un total control de lo que vemos, leemos, escuchamos y comunicamos.
La respuesta más obvia es esta actual rebelión que se está desencadenando digitalmente, donde la mayoría de los hacktivistas se esconden en el anonimato para proteger su integridad física y laboral; son personas reales que intentan llevar una doble vida para esconder sus verdaderos propósitos.
Es nato el sentido de rebelión. Nacemos siendo infiltrados, pues fue como logramos fecundar la vida, el origen de toda nuestra capacidad de controlar aquello que no desea ser controlado.
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