Había una taza de café frío en el escritorio, papelitos de colores tirados en el suelo y una que otra serpentina sobre las carpetas y documentos. No había rastro de humanidad presente y aún así era imposible sentirse solo en medio de la oficina. Tenía esa sensación, esa mezcla de emociones que te erizan el vello de la nuca, que después termina con un susto y alguien saltando de la nada frente a tus ojos justo al girar el cuello en derredor como sabiendo qué buscar. No fue así, no hubo risotada que escuchar.
Había migajas de pan en un plato plano de plástico con la leyenda “Happy New Year…” y restos de betún endurecido cubriendo la parte final de la frase.
Son tantos momentos por borrar, tantos momentos por dejar pasar y nuevas cosas que esperar de esto que inicia poco a poco a tomar forma.
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