“Por tu seguridad usa taxis legales” se lee en una calcomanía que se extiende en el vidrio trasero de un taxi. Paradójicamente el conductor está parado sobre las líneas del paso peatonal, esto después de casi pasarse la luz roja del semáforo y tras verse presionado por los vehículos de la vialidad perpendicular que le tocaban el claxon en señal de molestia.
Últimamente uno de los temas que más opiniones encontradas ha generado en cuestión de movilidad es la discusión de los taxistas por empresas de transporte privado que operan en la ciudad, pese a que éstos están lejos de ser uno de los mayores problemas de movilidad que enfrentamos los colimenses a diario.
Mientras observaba desde mi vehículo, que pedí mediante una aplicación móvil, me puse a pensar en ¿por qué es tan deficiente el servicio de taxis amarillos?, ¿por qué es tan castigado por los usuario el servicio de transporte público?, ¿por qué muchos usuarios preferimos el servicio de transporte privado? y ¿qué puede hacer un servicio de taxi para ser atractivo?
El problema del transporte público ha sido constante y las autoridades siguen sin resolverlo; va desde unidades destartaladas, deficiencia en los horarios, tarifas irregulares –pese a haber un tarifario legal que zonifica los cobros— y conductores que sencillamente no dan el ancho.
Ya había hablado antes del tema en mis columnas. Sin embargo, ahora me gustaría darles el beneficio de la duda a los servicios público y privado, y por qué no, señalar algunos vicios que tenemos los usuarios.
Mientras me dedicaba a analizar cada una de las multas que se había ganado el conductor del taxi, mi chofer espetó:
-Yo duré muchos años como chofer de sitio.
Este chofer ha sido mi chofer desde hace meses; me presta un servicio cordial, saluda, ofrece agua, cargador para el celular y pregunta si está bien el aire acondicionado, y sobre todo, sugiere a los usuarios usar el cinturón por su seguridad. Cabe señalar además que maneja a la velocidad permitida y respeta las señales de tránsito y vialidad.
Después de esto, inmediatamente se me vino a la mente el caso de los mexicanos que cruzan la frontera, que tienen años viviendo en Estados Unidos y respetan a rajatabla la “ley gringa”.
Hace muchos años que algunos familiares radican en Estados Unidos y eventualmente cruzan la frontera un par de veces al año para visitar a los pocos que vivimos en México. Ellos conducen en caravana hasta Colima. Es curioso que la mayoría —por no decir todos, aunque sea verdad— se quita el cinturón de seguridad justo al cruzar la división de México y Estados Unidos, y viceversa; saben perfectamente qué hacer y cuándo.
En Estados Unidos el uso de cinturón de seguridad es obligatorio y si no lo haces tienes asegurada una multa. No es que “posiblemente te multen”, es un hecho que te multan. Lo mismo sucede con tirar basura, cruzar por las esquinas en la calle, así como respetar los altos y semáforos. Pero, ¡¿Por qué?!
La explicación es muy sencilla. Primero, hablamos de un comportamiento o una práctica “transnacional”, de alguien que sabe manejarse muy bien entre dos culturas diferentes, con normas y valores totalmente diferentes. Y, segundo, en Estados Unidos las multas y los llamados biles sí se pagan. En México ¡quién sabe!
Aquí, si uno se pasa un alto o comete alguna infracción, se arregla con el tránsito — ¡una mordidita, pues!—; si no pagas el agua, esperas al llamado “Premio de la Morosidad” —entiéndase como “ampliación del pago de impuestos por parte de los diputados, para aquellos que no la pagaron a tiempo—. De ahí que en Estados Unidos podemos ver multas de tránsito por quedar 20 centímetros en la línea amarilla, traer una luz trasera rota o pasarse un STOP de piso; algo que para nosotros tildan en lo absurdo. En México, el tránsito trae sus folios y la ley se aplica hasta que llega la grúa, e incluso ahí se puede negociar.
Por ello, y volviendo al tema de los transportes privados versus los taxistas podemos deducir que se trata de un comportamiento similar. Los choferes parecen entender que se mueven en dos niveles culturales dentro de una misma sociedad, es decir, hablamos de un comportamiento determinado en dos niveles del servicio de transporte (ejecutivo y económico) dentro de una misma necesidad (movilidad urbana). Pero no sólo esa actitud la tiene el conductor, sino también el usuario.
Por ejemplo, cuando usamos un servicio de transporte privado y el chofer nos pide usar el cinturón, lo hacemos sin chistar; incluso aunque no lo pida, ejecutamos la acción. En un taxi no se nos pide usar el cinturón y no lo hacemos. Basta con preguntarnos ¿por qué en un servicio privado sí y en un taxi no?
Ahora bien, los conductores de taxi y otros servicios de transporte tiene la idea de que el servicio económico debe ser deficiente, es decir, que por ser más “barato” los niveles de confort son menores y por ende el trato similar. Lo contrario sucede con los servicios tipo ejecutivo: las comodidades y el trato al viajero son mejores. Tenemos a nuestra disposición diversas comodidades puesto que se paga más. Suena un tanto hipócrita ¿apoco no? Tratar mejor al que mejor paga.
Sin embargo, lo que realmente debería entender el conductor es que el usuario paga por un confort de tipo económico o ejecutivo, y no por un trato acorde a la cantidad que paga.
No se trata de si los mexicanos somos irrespetuosos para tratar a los demás o no. Se trata de que casi nunca nos multan por ciertas faltas a la ley o no había una sanción social aparente. En Estados Unidos, por ejemplo, tira basura en la calle o no recojas el excremento de tu perro y alguien te observa y lo dice, lo graba y te exhibe; hay un temor ciudadano por ser exhibido socialmente, pues posteriormente acarrearía una multa. En todo caso hablamos de “tolerancia cero”. Lo mismo debería sucedes con el servicio de taxi: no respetes los señalamientos y serás exhibido y sancionado, posteriormente. Y no molestarnos por este acto a sabiendas de que hacemos algo malo.
Por su parte, la autoridad debería sancionar sin siquiera dar una “advertencia” o un “a la próxima vez que se te sorprenda, sí te la aplicamos”. En nuestro país no se ejecutan las sanciones, hay advertencias y eso es una realidad. Es tan parecido a la madre que le advierte a su hijo “bájate de ahí o te voy a castigar, te vas a caer” una y otra vez, pero no lo hace, y al final se cae, termina consolándolo y no lo castiga por la desobediencia.
Si los choferes de taxi tachan de competencia desleal a los servicios de transporte privado, y están en un punto de exigir que se les regularicen, ¿Por qué mejor no buscan actualizar su forma de operar para competir en el mercado? ¿No es eso a lo que llaman oferta y demanda? ¡Sencillo!, es porque les ha afectado de manera significativa su negocio oligopólico que nadie más se había atrevido a perturbar, y es más fácil pedir se les detenga o sancione que mejorar su servicio.
Pero no llevan todas las de perder. En España, por ejemplo, la justicia europea les dio la razón a los taxistas en mayo del 2017. Pese a que estas nuevas plataformas de servicio privado de transporte son innovadoras y de carácter digital, los servicios que prestan son de transporte, y por tanto, se puede exigir a las compañías que cumplan con los requisitos que se le exigen a otros gremios, como el de los taxistas.
Insisto, el problema no es el servicio de transporte privado, es la actitud de “servicio económico = a trato deplorable”. El problema es el servicio de mala calidad y el cuestionable estado del vehículo, conductores sin experiencia y sin certificación en diversas cualidades que se les debe exigir.
Además, hay que considerar la posibilidad de una mala experiencia del consumidor por las tarifas irregulares que muchos taxistas cobran sin apegarse al tarifario autorizado, mismas que se derivan de su condición de industria monopolística y las condiciones difíciles de empleo del conductor, que por ende siempre termina en una disputa y enfrentamiento de palabras.
Un taxista conocido me compartió estas recomendaciones para el resto de los choferes: conserva limpio tu vehículo, cuida tu higiene personal, vístete adecuadamente, conduce responsable, no pongas música a tu gusto, aplica la tarifa correcta, repara los daños de tu vehículo, evita fumar y decir groserías, devuelve las pertenencias olvidadas y ten tu identificación a la vista.
*Licenciado en Lingüística por la Facultad de Letras y Comunicación. Productor de Noticias de ZER Informativo Colima, director general de información de El Centinela MX, colaborador de la revista Vida & Mujer, Colima XXI y El Comentario Semanal. Envíame tus comentarios a fernando_castillo@ucol.mx o sígueme en Twitter como @skidder89.
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