Al principio, me encontraba perdido en entre la oscuridad y el silencio, preguntándome por qué la vida había decidido ponerme a prueba. ¿Qué debo afrontar? ¿Qué debo aprender?
Pero conforme pasaba el tiempo, mis emociones me llevaron a un lugar extraño, un lugar en el que parecía que me sumergía para reflexionar sobre mi existencia. Aunque no te vi a ti, sí vi un atardecer espectacular que me llenó de paz y serenidad. Era como si una ventana se abriera hacia la tranquilidad en medio de la tormenta.
Recuerdo todo con claridad: el reflejo del sol desvaneciéndose entre el horizonte y el agua, una barca hundida meciéndose con la suave corriente, y el sonido calmante del agua moviéndose a su alrededor. El aire llevaba consigo el susurro de las plantas en la orilla, creando una melodía natural que me envolvía por completo.
Caminar por este lugar me hacía recordar que, aunque al principio todo era sombrío y oscuro, ahora tu presencia ilumina incluso las horas más oscuras de mi vida. Eres como ese sol cálido que, aun al extinguirse, deja su huella en todo lo que toca.
Es extraño, ¿no? Cómo algo tan simple como un atardecer puede evocar tantas emociones y recuerdos. Pero en medio de toda esa melancolía, me consuela saber que, aunque no estés aquí físicamente, tu esencia sigue iluminando cada rincón de mi ser.
Con cariño








Deja un comentario