En la vastedad de la existencia, todo se transforma en función de nuestras perspectivas. Hoy, mientras contemplaba el atardecer tumbado en la arena, me sentí en la orilla del mundo, frente al vasto océano. En ese enigmático punto de encuentro entre las aguas y la tierra se revela un escenario confuso, donde las olas abrazan y se entremezclan con la arena. Mientras agoniza el sol en el horizonte, la dualidad adquiere vida propia en la lejanía de mi cabeza… ¡Fluctúa entre diferentes sentimientos y pensamientos!
Al cerrar los ojos, mi respiración se armoniza paulatinamente con el sonido de las olas tras chocar en la orilla; pienso en escapar y embarcarme en la búsqueda de una nueva aventura en “el umbral hacia lo desconocido”. La simple idea enerva mis adentros, siento cómo mi espíritu se alza y cobra más fuerza cada vez que se fusiona con la brisa que desprende el mar. Su suave caricia se dispersa en el aire, envuelve la atmósfera con fragmentos de sueños y deseos, con la sucesión de las olas que rompen en un eterno vaivén.
Pero si zarpo hacía lo desconocido, ¿Qué pasará más allá del horizonte cuando llegue a mi destino? ¿Pondré fin a mi búsqueda cuando me yerga de espaldas al mar? ¿Debe esto ensoberbecer mi alma? ¿Debo dejar que esto se convierta en un faro de promesas y posibilidades donde solamente los espíritus audaces persiguen sus propios horizontes inexplorados?
Esta bocanada de preguntas me abruma, y esa caricia que al principio impregnó la atmósfera con sueños y deseos, ahora me abate y se convierte en una danza alquímica que revela su inverosímil universo oculto… una realidad cuyos movimientos desdibujan la realidad y la fantasía.
El temor me inunda y horrorizado me hace retroceder mar adentro. Qué tipo de encrucijada es esta: De espaldas al mar, las olas nos empujan a seguir avanzando sobre la arena; pero de frente a él, cuando las aguas refluyen mar adentro, nos invita a levar anclas y seguir buscando.
Pienso si mi arrepentimiento, y retroceder ante un nuevo horizonte, es el comienzo de una travesía más o solo me define como cobarde… incapaz de apartar la mirada del pasado. ¿Es la orilla un refugio para mi alma cansada o un santuario sereno donde el pasado se disipa y el presente se torna pleno?
¡Calma, calma! Reflexiono y cierro los ojos nuevamente, dejo que mi respiración se armonice con el sonido de las olas. En la oscuridad todo es más claro ahora: ¡Es solo un umbral!, un baile ancestral entre dos fuerzas opuestas, un abrazo misterioso que confluyen eternamente, ¡Este umbral es tan efímero como eterno!, por eso nos parece imposible de comprender, pero solo somos un eco del eterno equilibrio del universo.
Sin darme cuenta, el sol se ha marchado lejos, yace en las profundidades del océano y ahora únicamente quedan pinceladas en el cielo que nos recuerdan su efímera existencia; un epitafio de luz que más tarde leerá la luna en su oscuridad reinante. Recuerda que aunque la oscuridad reine la mitad del día, la luna se convierte en ese faro celestial que guía tus pasos en la oscuridad.








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